¿Sabías que las Hermanas Hospitalarias, presentes en Angola, proporcionan alimentos, vitaminas y jabón a 50 familias que carecen de estos productos básicos? Descubre como se desarrolla este proyecto solidario en Lubango.
Mi nombre es Margarida Tavares Morais, Hermana Hospitalaria desde 1998. Soy enfermera especializada en salud mental y también cuento con estudios de teología. Actualmente soy la responsable del proyecto asistencial, de salud mental, que nuestra Institución lleva a cabo en Angola.
El año pasado fue un año de gran sequía en Lubango, ciudad ubicada en el sur de Angola, donde las Hermanas Hospitalarias estamos presentes desde 2006 y desarrollamos un proyecto cuyo objetivo es luchar contra la pobreza y el hambre. Este proyecto, que comenzó en julio de 2021 y se prolongará hasta julio de 2022, aparentemente no es un proyecto extraordinario, porque todos sabemos cómo “aliviar el hambre” de una persona… pero la dimensión integral del cuidado nos pide ir más allá y hacer todo lo que esté a nuestro alcance para mitigar el sufrimiento humano.
Desde nuestra llegada al país, las Hermanas Hospitalarias hemos tratado de responder a las numerosas necesidades, para luchar contra el estigma, que constituyen las enfermedades mentales y la epilepsia, entendidas como una posesión diabólica o un hechizo. Hemos podido mejorar la calidad de vida de muchas personas con esta enfermedad y la de sus familias. Se ha ofrecido mucha ayuda a estos pacientes y su entorno, gracias a la puesta en marcha de consultas de enfermería psiquiátrica, visitas domiciliarias, suministro de medicación y formación al personal local.
Productos esenciales.
Pero en los últimos meses y ante las quejas de nuestros pacientes por el hambre y las diversas enfermedades asociadas a la desnutrición, en un año de baja productividad de alimentos básicos, surgió de manera flagrante esta necesidad: el hambre. Fue entonces que, cuando decidimos poner en marcha este proyecto anual, solicitando alimentos, vitaminas y jabón para 50 familias, que se entregan de manera mensual a través de un kit compuesto por estos tres productos esenciales. Puede parecer poco, y lo es, pero pensando en un paciente que tuvo que caminar 15 km para llegar a nuestra consulta, sin una comida diaria, este tipo de ayuda junto con la medicación, nos hace creer que… ¡vale la pena intentarlo y hacer lo que podamos!
Gracias al apoyo de APARF (Asociación portuguesa de amigos de Raoul Follereau) y a su generosa contribución económica ha sido posible poner en marcha esta iniciativa. En su momento, el mensaje del Papa, en alusión a la Jornada mundial de los pobres: “los que son generosos no deben pedir cuentas de su comportamiento, sino sólo mejorar la condición de pobreza y satisfacer la necesidad. Los pobres tienen una sola defensa: su pobreza y la condición de necesidad en que se encuentran. No le pidas nada más…”, tomó otro significado para nosotras.
El avance del proyecto no ha sido fácil, porque cada día se hace más difícil entender quiénes son los más necesitados… todos los días tenemos a grupos de personas que esperan en nuestra puerta y a veces les tenemos que decir que “no tenemos nada que dar…” los que nos genera una inmensa sensación de impotencia, pensando que nunca solucionaremos este problema, que no es sólo nuestro… y lamentablemente la lluvia se empeña en no llegar, y se prevé un tercer año de sequía.
Las limitaciones de la pandemia nos han impedido contar con la colaboración de los voluntarios locales y este proyecto, así como el funcionamiento del centro hospitalario, lo gestionamos las cuatro hermanas que formamos la Comunidad. Comunión, participación y misión se han dado a lo largo de los años, y proyectos como este encarnan el deseo del Papa Francisco de una Iglesia viva y atenta a los más pobres.
Una vez más, agradecemos a APARF por su ayuda solidaria y a la comunión congregacional, que nos ayuda a ser fieles a lo que nuestro Fundador deseó para sus hijas, y para los que sufren: ¡una persona vale más que el mundo entero!