Un 21 de noviembre de 1999, en la Ciudad del Vaticano, el Papa Juan Pablo II proclamaba santo a Benito Menni, un hombre cuya pasión por la vida y el servicio a los demás dejó una huella imborrable. Esta canonización no es solo un hito en la historia, sino un faro eterno para la familia hospitalaria y más allá.

La santidad de Benito Menni radica en su amor apasionado por Dios y su prójimo, en su fe comprometida y solidaridad con su tiempo. Su vida nos recuerda que las grandes obras a menudo se construyen a través de pequeños actos diarios. Su legado es un llamado a abrazar la realidad, comprometiéndonos con los más vulnerables de la sociedad.

En su historia, encontramos semillas de una cultura que valora la acción sobre las palabras y el amor inquebrantable hacia aquellos que más lo necesitan. Siguiendo su ejemplo, continuamos inspirados a ser agentes de cambio, recordando que la verdadera santidad está en nuestro servicio a los demás.

El Papa Francisco nos recuerda que la santidad no se compra ni se gana con las propias fuerzas, sino que es «simplemente de todos los cristianos» y «aquella que debemos hacer todos los días». En su homilía sobre la santidad, en la Misa que celebró en la Casa Santa Marta en 2016, el Pontífice destaca que es un camino que se apoya en cuatro elementos imprescindibles: coraje, esperanza, gracia y conversión. 

Como familia hospitalaria, seguimos en el camino de la santidad, fortalecidos por estos pilares y guiados por el ejemplo y legado de nuestro fundador San Benito Menni, dispuestos a hacer la diferencia en la vida de quienes más nos necesitan. 

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