El santo triduo de la pasión y resurrección del Señor constituye la fuente y la cima del entero año litúrgico, al celebrar la obra de la redención de los hombres y de la perfecta glorificación del Padre cumplida por Cristo en su misterio pascual. Durante el triduo, la Iglesia conmemora los grandes misterios de la redención. En los oficios litúrgicos, las bienaventuradas pasión y resurrección del Señor se vuelven sacramentalmente presentes, para que los fieles renueven su vocación cristiana en la misma fuente de vida de la Iglesia y del mundo.  

La praxis litúrgica actual de la Iglesia romana considera que el triduo da comienzo la tarde del jueves santo, con la misa “la última Cena”, culmina en la vigilia de la pascua, y concluye con las vísperas del domingo de resurrección.  

Cada momento del triduo no debe considerarse aisladamente, sino en su relación mutua, de manera que toda su celebración tiene como punto central la santa vigilia pascual. El triduo sacro es, pues, una pascua celebrada en tres días.  

La celebración del triduo no constituye un simple recuerdo subjetivo de la muerte y resurrección de Cristo. Al contrario, por medio de los ritos pascuales, la Iglesia revive los misterios salvíficos de la redención, participando de la pasión y glorificación del Señor, y accediendo a los tesoros de la gracia obtenida con el precio de su sangre.  

DOMINGO DE PASCUA

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