Estamos en el Domingo Quinto del Tiempo Ordinario. La Liturgia de la Palabra de este domingo nos habla del trabajo misionero de anunciar el Amor: “Ay de mí si no les hablo del Amor incansable del Padre. Ay de mí si no practico ese mismo amor. Para eso he sido enviado. Esa es la razón de mi existencia.”  Jesús no se cansa de hablar con el Padre,  no se cansa de hablar del Amor del Padre,  ni se cansa de hacer el Bien, llevando de aldea en aldea salud y vida. Libre de cualquier apego, está totalmente disponible para servir a Dios y a sus hermanos.

Job (Primera Lectura), el justo inocente sometido al sufrimiento, refleja nuestra depresión, desesperanza y cansancio ante las innumerables tribulaciones en que se encuentra envuelto

Pablo, en la primera carta a los Corintios, nos presenta el compromiso del cristiano: “Ay de mí si no anuncio el Evangelio”. Hemos sido salvados para salvar. La misma Palabra que nos libera de toda atadura, nos obliga a anunciarla.

En el Evangelio de Marcos, contemplamos a Jesús libre de apegos, desprendido de todo y totalmente disponible al Padre. Jesús va haciendo el bien a todos y llevando por todas partes la feliz noticia del Amor del Padre.

DOMINGO

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