En el marco de su Profesión Perpetua, la Hna. Teresa Nguyễn Thị Hương, originaria de Vietnam y miembro de la Vice Provincia de Vietnam, comparte con nosotros su experiencia vivida durante el tiempo de formación en el juniorado internacional, en Ciempozuelos, cuna de nuestra Congregación.
En sus palabras, nos abre el corazón para contarnos cómo este tiempo le ha permitido madurar en su vocación, descubrir la alegría de servir y abrazar con amor la misión sagrada de cuidar a los enfermos.
Mi nombre es: Teresa Nguyễn Thị Hương, soy de Vietnam.
Durante el tiempo de formación en el juniorado internacional precisamente en la cuna de la Congregación, en Ciempozuelos, he experimentado una profunda alegría, felicidad y he aprendido muchas cosas valiosas. Las experiencias de vida en comunidad intercultural e intergeneracional, el servicio a los enfermos se ha convertido para mí en un equipaje precioso para el camino vocacional y misionero que tengo por delante.
He vivido con mucha profundidad la experiencia que el Señor no deja de modelarme y transformarme a través de las realidades muy sencillas y cotidianas de la vida diaria. Lo he sentido en las lecciones transmitidas con esmero por las hermanas y algunos colaboradores, en las miradas de compasión de las hermanas, en las salidas compartidas, en el trabajo en equipo, en los momentos de compartir, en la limpieza de la casa, en la oración comunitaria y personal, en los momentos de silencio profundo ante el Santísimo Sacramento.
He vivido también muchos momentos muy significantes en la relación con los residentes. Cada día, al entrar en la unidad, no solamente he ofrecido mis manos para servir, sino también un corazón dispuesto a escuchar, aprendiendo a acoger a cada persona con compasión y respeto, reconociendo en ellos el rostro sufriente de Cristo; Una sonrisa de respuesta, una mirada de gratitud o un apretón de manos llenaban mi corazón de alegría. He comprendido que cuidar a los enfermos no es solo una tarea, sino una vocación y una misión sagrada.
Todo ello me ha ayudado a madurar y a experimentar la felicidad en mi vocación, al mismo tiempo que me invita a vivir con mayor sinceridad, humildad y apertura para que para pueda a ser instrumento de su amor y misericordia del Señor en medio del mundo de hoy, colaborando en su obra de salvación.
Doy gracias a Dios y a la Congregación por haberme permitido vivir esta experiencia, a través de la cual me he transformado: para amar más, para servir mejor y para pertenecer a Jesucristo más plenamente cada día y para siempre.