¿Sabías que en Togo existen ‘campamentos de oración’ donde se mantiene encadenados o encerrados, durante años, a personas con enfermedad mental? El trabajo de Hermanas Hospitalarias en la región, gestionado por la Provincia de Francia, trata de buscar una solución a esta preocupante situación. Conoce la ‘ciudad de los olvidados’.

Mi nombre es Esperance Sona, Hermana Hospitalaria de nacionalidad congoleña (RDC). Soy graduada en psiquiatría y desde hace 2 años soy la Directora del Centro de Salud Mental de la Congregación en Dapaong, Togo.

En África las personas con enfermedad mental son consideradas embrujadas; como consecuencia existen varios «campamentos de oración» donde sus responsables dicen ser guías religiosos que han recibido el don de ahuyentar a los malos espíritus.

Allí, las personas con alguna enfermedad mental pasan los días encadenadas a los árboles bajo un sol abrasador, a la espera de una eventual liberación. Son torturados, golpeados, obligados a ayunar… aquellos que no pueden aguantar estar de pie o encadenados, a consecuencia de su frágil salud, son encerrados.

Ante la constatación de esta amarga situación, por iniciativa de sor Rosalia Goñi, Superiora provincial de la Provincia de Francia, emprendimos una serie de visitas a la “ciudad de los olvidados” nombre que recibe uno de estos «campamentos» ubicado en Yembour, localidad a unos 40 kilómetros de Dapaong (Togo) en el que viven una treintena de personas con enfermedad mental, con el consentimiento de sus familias.

Queríamos conocer de primera mano esta realidad tan cruel, que deshumaniza a las personas con enfermedad mental. La práctica de la hospitalidad nos exige ayudar a los más necesitados, ofreciéndoles una esperanza de futuro.

Implicadas y comprometidas

Tras visitar el lugar, decidimos poner en marcha un proyecto para conseguir que estos hombres y mujeres sean liberados del yugo, impuesto por los « líderes espirituales », que los priva de su dignidad. Para ello, las Hermanas Hospitalarias en Togo nos implicamos y comprometimos en un proceso de diálogo y colaboración con los encargados del campamento, con el objetivo de ofrecer una presencia hospitalaria que acoja, cure, libere y consuele a estas personas encadenadas durante meses o incluso años.

Desde el primer momento fuimos conscientes de que llevar a cabo esta misión sería complicado. Enseguida nos enfrentamos a la dificultad de encontrar puntos en común con la directora del campamento, quien se opuso categóricamente a que los enfermos fueran liberados de sus cadenas. Finalmente, logramos hacerla entender que, ante todo, son seres humanos a los que debemos respetar y brindarles la atención adecuada en un entorno digno, para lo que debíamos trasladarlos a un centro de salud periférico, a unos 2Km de distancia. Conseguir esto supuso una importante victoria para nosotros.

En un corto plazo de tiempo, los resultados han sido espectaculares en aquellos pacientes que hemos podido atender. Así lo constata el testimonio de la familia de uno de ellos : «después de dos años en este “campamento de oración” no habíamos visto ningún avance, sin embargo, tras la intervención de las Hermanas Hospitalarias, nuestro familiar se ve a sí mismo como una persona y no como un moribundo».

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