Buenos días.
Nos acercamos al fin del año eclesiástico y los textos litúrgicos llaman nuestra atención sobre la caducidad de las cosas creadas y sobre la manera coherente de comportarse ante este hecho de experiencia.
Estamos en la recta final del año litúrgico, por eso las lecturas de hoy nos recuerdan que la historia de la salvación llegará un día a su fin. El profeta Malaquías nos recuerda que el juicio definitivo de Dios puede ser condenatorio o salvador. El salmista nos dice que Dios llega a nosotros trayendo en sus manos la salvación y la victoria. Y el Evangelio nos invita a mantenernos fieles al mensaje en cualquier momento de nuestra existencia, por difícil y doloroso que pueda ser.
En este domingo trigésimo tercero del tiempo ordinario, la Iglesia entera celebra la IX Jornada Mundial de los Pobres, con el lema tomado del salmo 71: «Tú, Señor, eres mi esperanza» (cf. Sal 71, 5). El santo padre nos invita a mirar a los pobres con ojos nuevos: no como una realidad ajena o incómoda, sino como testigos vivos de esperanza, hombres y mujeres que, aun en medio de la dificultad, confían en Dios y proclaman con su vida que Él nunca abandona a los suyos. Ellos nos enseñan a esperar, a creer, a mantenernos firmes cuando todo vacila. El papa nos recuerda también que la pobreza más grave no es la falta de bienes materiales, sino vivir sin Dios, sin esperanza, sin amor. Por eso, la Iglesia está llamada a anunciar la alegría del Evangelio y a poner en el centro a los pobres, no como destinatarios pasivos de ayuda, sino como hermanos que nos evangelizan con su fe sencilla y su confianza en el Señor. Esta Jornada es una llamada a la conversión del corazón y a la responsabilidad social: a promover una justicia que no deje a nadie atrás, a compartir lo que somos y tenemos, a crear signos concretos de esperanza allí donde la vida parece vencida. Pongamos en manos de Dios nuestras pobrezas y las del mundo entero. Que Él renueve nuestra confianza y nos conceda repetir con el salmista y con todos los pobres de la tierra: «Tú, Señor, eres mi esperanza; no quedaré nunca defraudado».
¡Feliz Semana!