Buenos días.
Las palmas y ramos nos recuerdan la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén para consumar su Misterio Pascual. Aclamaremos a nuestro Señor, con alegría y entusiasmo tal como lo hicieron los habitantes de Jerusalén en aquel tiempo.
La Palabra de Dios nos invita a acoger la cruz de Jesús, signo del amor del Padre y fuente de vida: sin Cristo, muerto y resucitado, no hay salvación. El Siervo de Yahvé, del que habla Isaías, sufre pero muestra una confianza inmensa en medio de su dolor. El salmista, en un momento de dificultad presente, recuerda la acción salvadora de Dios en el pasado para animar su confianza y esperar la salvación. Esa misma experiencia la resume Pablo en el himno de la carta a los Filipenses: Cristo, que se humilla continuamente desde su condición de Dios hasta una muerte ignominiosa en cruz, es exaltado por Dios como Señor. Este mismo Jesús, Mesías humilde y pacífico, toma posesión de Jerusalén para manifestar su verdadera identidad.
¡Feliz Domingo de Ramos!
Con música sabe mejor…