Este año la “Jornada Mundial de la Persona con enfermedad” coincide con el domingo de la VI semana del tiempo ordinario.
«Dar esperanza en la tristeza» es el lema que propone el departamento de Pastoral de la Salud para la Campaña del Enfermo 2024. Una Campaña que la Iglesia en España inicia el 11 de febrero, festividad de la Virgen de Lourdes, con la Jornada del Enfermo a nivel mundial, y se cierra el 5 de mayo, con la Pascua del Enfermo.
El papa Francisco también ha hecho público su mensaje para esta Jornada que encabeza con el título, «No conviene que el hombre esté solo. Cuidar al enfermo cuidando las relaciones». El Santo Padre recuerda que «los cristianos estamos especialmente llamados a hacer nuestra la mirada compasiva de Jesús». Por eso, invita a cuidar «a quienes sufren y están solos, e incluso marginados y descartados. Con el amor recíproco que Cristo Señor nos da en la oración, sobre todo en la Eucaristía, sanemos las heridas de la soledad y del aislamiento. Cooperemos así a contrarrestar la cultura del individualismo, de la indiferencia, del descarte, y hagamos crecer la cultura de la ternura y de la compasión». Los enfermos, los frágiles, los pobres -señala el papa Francisco- están en el corazón de la Iglesia y deben estar también en el centro de nuestra atención humana y solicitud pastoral.
Como nos recuerdan las lecturas del domingo, “un leproso es impuro… vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento”, con lo que a la enfermedad se suma el sufrimiento psicológico al verse apartado de la comunidad. Jesús, sin embargo, deja que el leproso se acerque tanto que con solo extender la mano puede tocarlo y sanarlo. Esta es también nuestra esperanza, la fuente de todo consuelo: Jesús deja que nos acerquemos y quiere tocarnos.
En la Campaña del Enfermo de este año se nos propone acercarnos a las personas con sufrimiento psicológico y poder “Dar esperanza en la tristeza”. El papa Francisco nos decía en “Evangelii gaudium”: “Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta, pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias.» Seamos portadores de esperanza y consuelo.