Hoy, 2 de febrero, celebramos el Día Mundial de la Vida Consagrada, una jornada para reconocer y agradecer a todos aquellos que han dado su vida al servicio de Dios y de la humanidad. Es una invitación a reflexionar sobre el profundo llamado de Dios a seguirle con generosidad y dedicación, transformando no solo nuestras vidas, sino también las de aquellos que más lo necesitan.
La vocación hospitalaria consiste en iniciar una aventura con Jesús, una llamada que atrae y envuelve de tal manera que cambia nuestra vida. Es una invitación a dejarse interpelar por el dolor de las personas enfermas y a responderles con cercanía, escucha, comprensión, atención y servicio; en una palabra: hospitalidad.
A medida que seguimos este camino, nos identificamos cada vez más con Jesús: con su manera de pensar, amar y desear, viviendo en fidelidad a los valores del Evangelio y el ejemplo de nuestros fundadores, San Benito Menni y nuestras hermanas fundadoras.
En Hermanas Hospitalarias, nuestra misión está transformada por el amor misericordioso del Corazón de Jesús, que infunde en nuestros corazones un compromiso profundo por el bienestar de los demás. Vivimos y promovemos una hospitalidad que va más allá del cuidado físico, brindando una atención integral que responde a todas las dimensiones del ser humano: corporal, emocional y espiritual.
Cada hermana, colaborador y voluntario es parte de un solo cuerpo, evangelizando mediante el servicio humanizador y el testimonio de vida. A través de nuestros centros y misiones en todo el mundo, buscamos ser una presencia viva del amor de Dios, cuidando a los excluidos, promoviendo la fraternidad y la fidelidad vocacional, y acompañando con alegría y sencillez a aquellos a quienes servimos.