El Adviento es un camino que se renueva cada año. La Iglesia nos invita a preparar un lugar interior para acoger a Jesús, no solo como un acontecimiento litúrgico, sino como una presencia viva que transforma nuestra manera de mirar, de sentir y de servir. Es tiempo de volver a lo esencial, de despertar la esperanza y de permitir que la luz de Dios entre en nuestras realidades concretas.
Pero nos sucede a menudo que Jesús, José y María tocan a nuestra puerta del corazón y no les dejamos entrar. No le abrimos la puerta a cualquiera. Queremos estar cómodos y dormir, estar tranquilos en nuestro mundo y en nuestra comodidad, ¿cómo reaccionamos cuando nos piden posada o quieren entrar en nuestra vida?
Este tiempo litúrgico es una invitación a mirar más allá de lo que nos preocupa y a descubrir que Dios sigue actuando. Como María, que acogió el proyecto de Dios incluso en medio de la incertidumbre, también nosotros podemos dejar que la esperanza crezca. Ella nos enseña a hacer espacio, a escuchar y a responder con un sí generoso para acoger a la Sagrada Familia en nuestro hogar, nuestro corazón.
Y este sí no queda solo en palabras: se vuelve hospitalidad concreta. Preparar el corazón para Jesús es prepararlo también para quienes Él ama, especialmente quienes atraviesan momentos de fragilidad, soledad o sufrimiento. Cada acto de caridad, cada gesto de escucha, cada servicio humilde es una manera de decir: “Señor, aquí tienes tu hogar”. Ser refugio para los demás es una forma de ser Belén hoy.
Acoger ensancha el alma: un telescopio y un mapa
Jesús es el peregrino, el paciente, que camina hasta mi corazón en este Adviento. Él se encarna en el rostro de los más necesitados. Y podemos ver su rostro en los demás si nuestra alma guarda silencio y deja de correr. En esa respiración del alma el Niño que llama a nuestra puerta nos muestra su voluntad e insiste en quedarse en nuestro corazón, y nosotros podemos recibirlo.
Una estrella ilumina nuestro camino, pero nosotros tenemos que usar el telescopio y un mapa para poder llegar a Jesús. Ese telescopio es el ejercicio de la libertad, que a medida que acoge a los demás, a “los otros Cristos” se va ensanchando. El mapa es la meditación sobre la vida de Jesús y los regalos que trajo en su primera venida.
En este Adviento, disfrutemos de ese regalo que el Niño de Belén nos vino a traer y que se ensancha al darlo a los demás.