Os compartimos unas palabras de la Hna. Ágata, quien nos relata cómo su proceso formativo en el juniorado internacional en la Casa Madre de la Congregación ha transformado su vida y su vocación. En su camino de fe, ha aprendido a descubrir sus dones, acoger sus debilidades y las de los demás, y vivir la fraternidad como un verdadero don de Dios.
Soy Ágata de Vietnam. El proceso formativo en el juniorado internacional en la casa madre de la Congregación, me ha tocado mucho.
Me ha ayudado a salir a mí misma, a desarrollar los dones recibidos de Dios. Jesucristo me ha enseñado a abrazar y acoger mis propias debilidades y defectos y los de los demás. He aprendido a superar las dificultades y los conflictos de la vida común en diálogo sincero, discernimiento conjunto de la voluntad de Dios, construyendo el ambiente de mutua comprensión, compartir, ayuda y valoración, practicando la caridad y la corrección fraterna.
He sentido que Jesús nos ha convocado en su Corazón a seguirle viviendo en la comunidad y que la fraternidad es un don de Dios y una dimensión esencial en nuestra vida religiosa hospitalaria. En el juniorado internacional he vivido en comunión con hermanas de 9 culturas, entre variedad de edades, costumbres, dones, valores, maneras de pensar, hacer y expresarse y me he sentido enriquecida. He sentido que nos une la consagración y misión hospitalaria y que somos envíadas a ser profetas de su misericordia en nuestro servicio hospitalario diariariamente. Me siento responsable a crear la paz y armonía en la vida común, testimoniando que la comunión en amor entre las diferentes culturas y generaciones es posible y es signo profético en este contexto de un mundo herido por los conflictos étnicos, prejuicios raciales y guerras.
Me siento muy feliz y agradecida al Señor y a la Congregación que he podido alcanzar la suficiente madurez en todas dimensiones de mi vida consagrada hospitalaria y tomar la decisión de mi entrega total y definitiva al Señor en la Hospitalidad. He aprendido a configurándome constantemente e intimamente con Jesucristo casto, pobre, obediente, compasivo y misericordioso y he desarrollado un gran sentido de pertenencia a nuestra Congregación donde siento que tenemos a Dios como nuestro Padre misericordioso y donde siento que somos hermanas de nuestras hermanas, de los enfermos y de otras personas que encontramos en nuestro camino. Muchas gracias.