En la XXXII Jornada Mundial del Enfermo, el Papa Francisco nos invita a reflexionar sobre la importancia fundamental de cuidar al enfermo a través del cuidado de las relaciones. Bajo el lema «No conviene que el hombre esté solo» (Gn 2,18), el Santo Padre nos ofrece valiosas enseñanzas sobre la necesidad de abrazar la comunión y la fraternidad, especialmente en tiempos de fragilidad y enfermedad.

Desde el inicio de la creación, Dios nos diseñó para la comunión y las relaciones. El mensaje del Papa destaca cómo nuestras vidas, moldeadas a imagen de la Trinidad, encuentran su pleno significado en la dinámica de las relaciones, la amistad y el amor mutuo. En este contexto, la experiencia del abandono y la soledad se convierte en un desafío doloroso, especialmente cuando la enfermedad se suma a la ecuación.

El Santo Padre nos hace reflexionar sobre las experiencias durante la pandemia de Covid-19, donde muchos se encontraron terriblemente solos. Pacientes que no podían recibir visitas, personal de salud abrumado y, dolorosamente, aquellos que enfrentaron la hora de la muerte sin la presencia consoladora de sus seres queridos. Además, el mensaje se extiende a aquellos afectados por la guerra, destacando cómo la soledad golpea con más dureza a los más frágiles.

Asimismo, Francisco aborda la triste realidad de la soledad en tiempos de vejez y enfermedad, a menudo alimentada por la cultura del individualismo. La obsesión por el rendimiento y la eficiencia puede convertirse en indiferencia y crueldad cuando las personas ya no pueden seguir el ritmo. Este individualismo conduce a una cultura del descarte, donde las personas mayores y enfermas son vistas como prescindibles.

Ante este contexto, el mensaje del Papa nos recuerda que el primer cuidado que necesita el enfermo es una cercanía llena de compasión y ternura. Cuidar al enfermo implica cuidar todas sus relaciones: con Dios, con la familia, con los amigos, con el personal sanitario y consigo mismo. El llamado es claro: construir una cultura de ternura y compasión. Inspirándonos en la imagen del Buen Samaritano, debemos aminorar el paso, hacernos prójimos y aliviar las heridas del que sufre.

Desde Hermanas Hospitalarias, nos hacemos eco del mensaje del Santo Padre en esta XXII Jornada Mundial del enfermo y le pedimos a nuestros fundadores, San Benito Menni, la Venerable María Josefa Recio y María Angustias Giménez que nos acompañen en esta misión hospitalaria con renovado compromiso, recordando que hemos sido creados para el amor y la comunión. Sigamos, como hace 143 años, la mirada compasiva de Jesús, sanando las heridas de la soledad y el aislamiento, y construyendo juntos una cultura donde reine la hospitalidad.

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