Sor Espérance Sona, hermana hospitalaria en Dampaong (Togo) nos narra un impactante testimonio: NAVIDAD, CON LOS HIJOS DE ENFERMOS ENCADENADOS EN EL CAMPAMENTO: “CAMP DES PRIÈRES”.
A 30 km de Dapaong, en el norte de Togo, una triste realidad se esconde en lo que allí se conoce como “campamento de oración” donde los enfermos mentales están encadenados.
45 niños viven en este lugar, junto a sus padres, lo que nos hace descubrir en esta época de Navidad un pesebre encadenado. Algunos nacieron allí, sin escolarizar, desnutridos y todavía tristes. Otros, en cambio, fueron «llevados allí por sus padres porque están enfermos, son epilépticos o no tienen a nadie en casa que los cuide».
Frente a esta realidad, ¿Cómo le podemos hablar de la Navidad a los niños que ven a sus padres en este estado: encadenados, golpeados? ¿Con qué palabras podemos decir a estos niños que la Navidad es su fiesta, que nació el Hijo de Dios, un niño como ellos, y que vino a salvarnos? ¿Cómo podemos devolver la alegría y las sonrisas a estos niños cuya casa está al pie de los árboles? ¿Cómo van a prosperar en un entorno así?
La misión hospitalaria se apropia de la fragilidad de los demás, no permite que surja una sociedad de exclusión, sino que se acerca y luego rehabilita a la que está en el terreno.
Hermanas y colaboradores, nos hacemos eco de esta preocupación con insistencia, escuchamos el grito de los hombres, mujeres y niños que se encuentran en estas fronteras existenciales y nos comprometemos a liberarlos (XXI C.G. 21).
El domingo 27 de diciembre fuimos a ver a estos niños y llevamos para cada uno un kit (ropa, galletas y juguetes) además un plato de arroz con carne y una botella de zumo. Les explicamos las medidas de protección para evitar la propagación de COVID-19 y distribuimos máscaras a todos. Algunos pacientes que también estaban encadenados recibieron una comida cada uno, porque mientras están ahí, nuestros corazones también están encadenados y no podemos permitir que nadie permanezca «al margen de la vida». Esto nos hace tan indignos que perdemos la serenidad. (FRATELLI TUTTI .68)