Llegamos al Quinto Domingo de Cuaresma; cercana ya la fiesta de Pascua, la celebración litúrgica es una invitación gozosa a reflexionar sobre el misterio de nuestra vida hecho fecunda por Cristo.
Nos estamos acercando a la gran fiesta de la Pascua, y por eso la Iglesia reflexiona en el gran amor que Dios nos tiene. Él amó al mundo hasta el extremo de entregar a su Hijo Único, con el fin que todos nos salváramos.
Ya hemos recorrido dos semanas de este tiempo de Cuaresma, y para llegar al día de hoy, tercer domingo de este tiempo fuerte, en el que Jesús nos llama imperiosamente a vivir con Él la maravillosa experiencia de la donación total, que ha de permitirnos llenar de verdadera vida, nuestra existencia.
Vamos camino del segundo domingo de Cuaresma: tiempo en el que el Señor nos llama a una conversión profunda de nuestras vidas, al seguimiento de Cristo en su camino cuaresmal, camino de fe, de confianza absoluta en Dios que ha de llevarnos a la celebración gloriosa de la Pascua.
Con las celebraciones litúrgicas del miércoles, damos inicio en la Iglesia a la Cuaresma, un período de 40 días que comienza el Miércoles de Ceniza, y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo