Isabel Martins, Hermana Hospitalaria en Timor Oriental, nos cuenta como ha sido para ellas esta segunda Navidad allí.
Después de esta segunda Navidad en Timor, ya nos sentimos en familia, ya que, además de conocer a la mayoría de los vecinos del barrio, sobre todo a sus hijos, hemos experimentado una mayor cercanía entre los religiosos, y ya nos estamos insertando en la parroquia.
Hemos podido apreciar que, este año, en el barrio al que pertenecemos, había menos ruido externo. ¿Más interiorización? ¡Posiblemente! Estas personas son muy religiosas y, aunque no hay muchos casos de covid-19 en Timor-Leste y nadie ha muerto aún por esta pandemia, la mayoría de las personas tienen algunos parientes en Indonesia y no pudieron visitarlos durante estos días. Entendemos que este hecho les ha quitado las ganas de celebrar con animo estos días.
Debido al cierre de las fronteras, este año, no hemos podido encontrar en el mercado «los mimos» que solemos poner en las mesas en Nochebuena y el día de Navidad. No encontramos nueces, avellanas, pasas y tantas otras cosas que, además de dar belleza a la mesa de la cena de Navidad, son siempre «un buen aperitivo» y nos permiten hacer postres especiales. Esta ausencia nos permitió reflexionar y hacer la experiencia de muchas familias pobres más feliz y que pudieran celebrar, aunque fuese con poco. Creemos que Dios nos ha concedido verle y tocarle, especialmente en aquellos que hemos conocido.
¡La Navidad es la fiesta del Niño Jesús que viene para todos!
Las frases expresadas por los niños extasiados ante el pesebre, que hicimos en casa, nos hicieron experimentar que la ternura de Dios está presente en estos y otros niños felices. Así que los invitamos a agradecerle al Niño Jesús querer venir al mundo para hacer a todos felices.
También querían rezar por los niños pobres y los que sufren. Experimentamos que esto les ayudó a comprender que hay niños con menos posibilidades que ellos, y que ellos mismos podían ayudar a reducir su sufrimiento aunque sólo fuera a través de la oración. Un profundo misterio, que se celebra con tanta sencillez. Un Dios que se hace niño por nuestro amor.
¡Feliz Navidad en Timor!
El 24 de diciembre, en Maliana, la celebración eucarística comenzó a las 10 p.m. y terminó alrededor de la medianoche, el mejor momento para poder ver los fuegos artificiales. Pero lo que nos trajo más alegría fue la celebración de la Eucaristía. Fue conmovedor estar en una celebración llena de vida, porque había mucha gente de todas las edades, especialmente muchos niños y jóvenes.
Por la tarde, a las 3.30 p.m. nos sorprendió Sor Elmer, de la Congregación de los Hermanos de los Pobres, que con un grupo de jóvenes, quisieron acompañarnos con su presencia cantando varios villancicos en inglés. No estuvieron mucho tiempo con nosotros, pero nos permitieron intensificar nuestra alegría y despertar la curiosidad de los niños del barrio que querían imitar al grupo.
Dijeron: «También queremos cantarle al Niño Jesús y a las hermanas. ¿Podemos?» Sí, dijimos: «Quedamos mañana a las 16.30h». Y añadimos que para cantarle al Niño Jesús, es importante ensayar un poco, saber bien qué cantar y que todo salga bien afinado. No sabían que además de haber aceptado pasar parte de la tarde con las Hermanas de la Reparación de Nuestra Señora de Fátima, también queríamos ofrecerles una merienda, después de haber hablado previamente con sus padres.
Cuando fuimos a las Hermanas de la Reparación, nos encontramos un camino difícil, lleno de montones de tierra y piedras mezcladas, lo que nos obligó a zigzaguear por una carretera que en la mayor parte de su tramo tenía pequeños riachuelos a ambos lados.
Para las Hermanas Reparadoras fue una sorpresa porque sólo les avisamos unos minutos antes. Esta rápida reunión (con un picoteo y una pequeña charla) fue muy agradable. No queríamos salir de noche por el camino y queríamos rezar con un poco de tranquilidad. Cuando llegamos a casa, al anochecer, ¡otra sorpresa! Algunos de los niños con los que habíamos quedado para cantar el 26 ya estaban allí para cantar para las hermanas. Era difícil dejar para el día siguiente lo que estaban tan contentos de hacer el día de Navidad. Primero, por iniciativa propia, dijeron una pequeña oración, luego cantaron algunos villancicos, algunos en tetum y otros en portugués.
Fuimos a buscar algunos pasteles y zumos y terminamos la fiesta, pensando: «¡ahora la fiesta está terminada!»
En la mañana del día 26, varios niños ya estaban esperando que los lleváramos a misa porque querían ir «en el nuevo coche de las hermanas». Fue una inmensa alegría para ellos, las luces y el movimiento les encantaron y sus risas provocaron sonrisas en nosotras. A las 16.30 p.m. aparecieron de nuevo para cantar. Después de todo, no habían olvidado que habíamos quedado ese día a esa hora. Cada niño trajo una planta “del camino». Las arrancaban o cortaban, las envolvían en tierra y mucha agua.
Las pusimos junto al Belén, lo que los hizo muy felices, porque este era su regalo. ¿Presentar al Niño Jesús? Tal vez, pero dijeron que unas eran para la hermana Mary Joy, otras para la hermana Andrea y otros para la hermana Isabel.
Les ayudamos a cumplir su deseo y después de unas cuantas canciones les ofrecimos de nuevo una merienda. Querían rezar antes de empezar a cantar y estaban llenos de entusiasmo por poder hacerlo ante el pesebre.
Concluimos que nuestra segunda Navidad celebrada en Timor-Leste no ha tenido nada especial, pero sí mucha sencillez y encanto que, a fin de cuentas, es lo que caracteriza fuertemente la esencia del espíritu navideño.
¡Ksolok de Navidad!