Mi nombre es sor Fulgence Mvunzi, soy de nacionalidad congoleña, y actualmente me ocupo del área de pastoral en la clínica “Sainte Marie de Cambrai”, de Hermanas Hospitalarias en Francia.

A lo largo de la pandemia de COVID-19, el equipo de voluntarios perdió su derecho a visitar a los enfermos de la clínica. Ni siquiera el capellán podía realizar visitas. El seguimiento de las familias, afligidas por el fallecimiento de sus seres queridos, tampoco estaba autorizado.

Afortunadamente, el personal sanitario demostró una gran humanidad. Para estar en contacto con los pacientes de la clínica, le envié al director unos dibujos que hicieron los alumnos del colegio Jean-Paul II. Con este gesto, la intención era alentar a los pacientes, darles apoyo y decirles que estábamos con ellos. El director envió aquellos dibujos a cada servicio y me respondió lo siguiente: “¡Que hermoso mensaje de apoyo! Muchas gracias por su bondad y enhorabuena a los niños del colegio Jean-Paul II por sus magníficos dibujos. Son un consuelo para todos”.

Al conocer su respuesta, llamé por teléfono al director para explicarle cómo pretendía seguir con mi misión, adaptándome a las nuevas circunstancias. Mi objetivo era mantener el vínculo con los enfermos, con sus familias y con el personal sanitario.

Tras nuestras conversaciones, la Dirección envió un correo a todas las unidades del centro, con el propósito de satisfacer las necesidades espirituales de los enfermos, así como los pedidos de sacramentos que ellos mismos y sus familias expresaban… Aún recuerdo la recomendación del director:

“Velar por el mantenimiento de las visitas, que el capellán pueda ofrecer consuelo, sobre todo a aquellos en sus últimos días. Es algo que debe organizarse”.

“Proponer que la hermana André Marie, que forma parte de la capellanía, se encargue de esta misión en la clínica”.

“Todo ello respetando las normas de higiene y seguridad, en cada intervención, dentro de los servicios”.

Nuestro motor siempre ha sido la esperanza

Desde entonces, vivimos un período muy doloroso, lleno de angustia. ¡Pero nuestro motor siempre ha sido la esperanza! Es la esperanza lo que nos permite seguir avanzando con confianza, sin desalentarnos, cuidando de nuestros hermanos.

En el servicio de cuidados paliativos, acompaño a los enfermos en sus últimos días, y con mi presencia, trato de ofrecerles consuelo, a ellos y a sus familias, en un momento tan importante de su existencia. Recibo en muchas ocasiones pedidos del sacramento de la unción de los enfermos, además de la comunión.

El mensaje del Papa Francisco durante la XXIX Jornada Mundial del Enfermo de 2021 nos invita a saber detenernos a escuchar, a establecer una relación directa y personal con el prójimo, a sentir empatía y emoción por él o por ella, a dejarnos tocar por su sufrimiento (Lc10,30-35)

Durante este período tan difícil, procuramos ser la mejor versión de nosotros mismos, ofrecer una pastoral que escucha y acompaña mediante tres dimensiones esenciales: dar testimonio, anunciar y celebrar.

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