Desde siempre, Dios ha puesto su confianza y esperanza en el hombre, pero los hombres con frecuencia le hemos fallado. A cada uno de nosotros, como a las cepas de la viña de la que nos hablan las lecturas de este domingo, nos rodea de dones y nos llama a dar frutos buenos y abundantes, y con frecuencia producimos agrazones y somos desagradecidos.
En la primera lectura, el profeta Isaías nos da la clave para interpretar la figura de la viña, que con frecuencia aparece en las lecturas: la viña del Señor es el pueblo de Israel. También podemos aplicar hoy la figura de la viña a la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios.
San Pablo, en la Epístola a los Filipenses, nos dice que, la serenidad cristiana viene de la confianza en Dios, de la oración y de un comportamiento evangélico.
Jesús en el Evangelio hace presentes hoy las palabras sobre la viña que hemos escuchado en boca de Isaías, y nos las dirige a cada uno de nosotros. Sería bueno plantearnos: ¿Cómo son mis frutos? ¿Soy buen trabajador de la viña?