Este miércoles, con la imposición de la ceniza, iniciamos el tiempo de Cuaresma, camino que nos lleva a las Pascua. 

La Cuaresma es un tiempo de abstinencia, más que de alimentos, de todo aquello que nos distrae de lo esencial.  Tiempo de ayuno, de oración y limosna generosa y tiempo de experimentar la fuerza liberadora del perdón y la misericordia de Dios, a abrir nuestro corazón a Dios y a los hermanos y cerrarlo a muchas cosas superfluas, que con frecuencia nos impiden ver lo esencial.  

La ceniza que nos será impuesta sobre nuestras cabezas será el signo de este camino de conversión que iniciamos. 

Como Jesús, iniciamos nuestro camino en el desierto, lugar de soledad y silencio, de austeridad y desprendimiento, dejándonos guiar por el Espíritu y apoyándonos en la Palabra de Dios.   

En estos domingos de Cuaresma, la primera lectura hace un recorrido por la historia de la salvación. Comenzamos con el momento de la creación, en el que podremos ver que el pecado está presente en la humanidad desde el principio.  

San Pablo nos dice (en la Epístola a los Romanos) que, igual que con Adán entró el pecado y la muerte en el mundo, con Cristo se inicia una nueva historia de vida y salvación.  

En el Evangelio de San Mateo escucharemos el relato de las tentaciones. La fidelidad a la Palabra de Dios será la que nos marque el camino liberador, la que nos salve de nuestras esclavitudes. 

DOMINGO

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