Celebramos este domingo la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo.  Los cristianos no creemos en un Dios lejano.  Creemos en un Dios próximo. En Jesucristo, Dios mismo se ha acercado a nuestro mundo, a todas las personas, a cada uno de nosotros.  Podemos encontrarlo en la Palabra proclamada; en los hermanos, especialmente los pobres y los que sufren, y, ha querido quedarse de una forma especial en la Eucaristía, bajo la apariencia de pan y vino, para  saciarnos con su amor, con su vida entregada por nosotros.  Bajo estos signos, adoramos su Cuerpo y su Sangre con agradecimiento. 

Pero el amor a Dios es inseparable del amor al prójimo, por eso, en día del Corpus Christi, celebramos también el Día Nacional de Caridad.

En Lectura del libro del Deuteronomio (1ª lectura), descubrimos como en las dificultades de la ruta por el desierto, Dios no deja a su pueblo sin alimento. Es lo que Moisés recuerda al pueblo del éxodo en esta lectura, invitándonos a no olvidar los favores recibidos de Dios. 

San Pablo (Lectura de la primera carta a los Corintios) quiere que entendamos que, el alimento del altar nos une a Cristo y a la vez nos transforma en un solo cuerpo, una sola familia. 

El Evangelio según San Juan, nos anuncia que el sacramento de la Eucaristía es el alimento que permite vivir a la comunidad y a cada uno de sus miembros. Y no sólo alimenta la vida actual, sino que nos abre a la vida para siempre. 

DOMINGO

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