El viernes celebramos la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
«Esta significativa fiesta mariana se sitúa en el marco del Adviento, tiempo de preparación para la Navidad, caracterizado por la vigilancia y la oración. Tiempo en el que María nos acompaña y nos indica cómo hacer vivo y activo nuestro camino hacia la Noche Santa de Belén.» Dios nos anuncia, en las palabras del Ángel, la salvación que ya está cerca: su Hijo se hace hombre para que el hombre sea hijo de Dios. Y María es la mujer que acogió en sus entrañas a Aquel que se anunció durante siglos. Es la mujer que, transparente en cuerpo, alma, vida y actitudes, nos enseña que el camino para llegar a Dios no es otro que el de la confianza y la esperanza en Él.
Y llegamos al segundo domingo de Adviento. El Señor, que envía a Juan el Bautista a preparar la venida del Mesías, nos exhorta hoy a nosotros, en su palabra, a que también nos preparamos para recibir a Jesús, el Hijo de Dios que viene a salvarnos, exigiéndonos una auténtica renovación, abandonado el camino del mal y entrando en su camino, el que Jesús nos indica, con su vida y sus enseñanzas, único que conduce a la Casa del Padre.