El Dr. Michele Venanzi, coordinador del Servicio de Pastoral de la Salud en el centro “Villa San Benedetto Menni” de Hermanas Hospitalarias en Milán, Italia, desde 2012, comenta lo interesante, e incluso desafiante, que puede ser encargarse, como colaborador laico, de un área que la tradición ha relegado a religiosos y que culturalmente se considera “accesoria” con respecto a otras áreas clínicas y sociosanitarias.

Hay que destacar de inmediato que el contexto puede marcar la diferencia desde el punto de vista cultural: en efecto, seguro que llevar a cabo la pastoral en el centro de una congregación religiosa es mucho más fácil que proponerla en un hospital sin orientación cristiana, en el que la atención espiritual se considera poco más que un complemento añadido a la gran labor sanitaria.

Pese a todo, la pastoral de la salud sigue siendo una propuesta compleja de ofrecer a los distintos departamentos de un centro sanitario. De hecho, solo en los últimos tiempos la ciencia ha considerado que asumir un paradigma biopsicosocial y espiritual en el enfoque al paciente es acertado. Previamente, no se tenía en cuenta el aspecto espiritual como una de las dimensiones de la atención médica. Y, aun así, todavía hoy persiste una mentalidad para la que la espiritualidad o la religiosidad representan dimensiones estrictamente personales del ser humano, hasta el punto de que no deben tenerse en cuenta durante el ingreso del paciente.

No obstante, con el tiempo, una pastoral propuesta como auxilio, integración y apoyo, tanto “entre bastidores” para los profesionales como en la relación directa con los pacientes, puede ser bien recibida y no invadir territorios sociosanitarios estructurados históricamente. De esta manera, se contribuye a desvelar hasta qué punto la fragilidad de la condición humana, puesta a prueba e interrogada por el dolor y el desconcierto provocados por la enfermedad, tiene derecho a ser considerada objeto de atención y cuidados, al margen de las intervenciones que la medicina considere necesario proponer para tratar la situación clínica existente.

Y, precisamente con este espíritu y con esta mentalidad, las Casas de la provincia de Italia están intentando llevar a cabo una pastoral que responda correctamente a las necesidades propias de cada centro, pero que también esté coordinada a nivel central gracias al trabajo de la Comisión Provincial para la Pastoral de la Salud y la Formación Institucional.

Es más, desde hace unos años, la Comisión ofrece la oportunidad de reunirse (en persona u online) a los coordinadores de pastoral de las distintas Casas para que puedan encontrar líneas de actuación comunes para el trabajo que hay que realizar, tanto en lo relacionado con las propuestas formativas del área, como en las acciones dirigidas a los distintos departamentos presentes en cada centro.

Por eso, para mí y para mis compañeros reencontrarnos en la Casa Provincial es un momento muy importante desde el punto de vista simbólico y, sobre todo, fáctico: sentir que formamos parte de una única Provincia y, más aún, de una única Misión, nos ayuda a todos a sentirnos menos solos; de hecho, nos sentimos más unidos para sacar adelante propuestas en un área tan “antigua” como “implícita” en la obra hospitalaria de la Congregación. Además, hacerlo como miembro laico puede resultar más complejo aún, pero es también muy motivante y produce un gran sentido de la responsabilidad, ya que precisamente por la pastoral pasan los caminos que mantienen desde sus orígenes esa Identidad Institucional que no podemos perder nunca. Así, podremos ser considerados, aún hoy, dignos continuadores de la obra del Padre Menni.

Acciones de carácter formativo y relacional

En general, las acciones típicas que promueve el servicio pastoral son de carácter principalmente formativo y relacional. En cuanto al área formativa, el servicio pretende ofrecer cursos y encuentros temáticos relacionados con el Marco de Identidad Institucional y, en particular, con los Valores Hospitalarios, especialmente para los colaboradores recién incorporados que deben introducirse de lleno en la nueva realidad, aprendiendo lo que significa trabajar en un Centro de las Hermanas Hospitalarias. Además, el servicio se encarga de proponer eventos formativos de carácter científico en el área humanística y espiritual, interesantes no solo para las personas dedicadas a la espiritualidad, sino también para todas aquellas personas que, desde un punto de vista holístico y multidisciplinar, pueden contribuir al bienestar del paciente teniendo en cuenta todas las necesidades y correspondientes dimensiones de la persona.

En cuanto al nivel relacional, las propuestas pastorales pueden ir desde la asistencia espiritual orientada a cada paciente o a su familia, mediante diálogos pastorales centrados en la cercanía humana y el consuelo (pasando a menudo por el íntimo camino de la compasión), hasta la organización de pequeños grupos de encuentro con los que abordar temas religiosos (por ejemplo, la lectura de un texto evangélico), para después debatir juntos sobre ellos y sobre las vinculaciones y resonancias con la vida de cada uno.

Evidentemente, no podemos olvidar en qué medida el servicio pastoral, junto con la comunidad de hermanas, asume también la tarea de planificar ocasiones litúrgicas y celebraciones en momentos importantes del año, desde los conocidos “tiempos fuertes” a festividades significativas para la Congregación. De hecho, es importante hacer partícipes a pacientes y personal en estos eventos religiosos, pues son una oportunidad compartida para reunirse, rezar juntos y renovar la identidad institucional.

Para concluir, me gustaría afirmar que la pastoral de la salud es esencialmente un servicio cuya misión es tender varios “puentes” entre los distintos niveles y áreas del centro. Es más, la pastoral puede ser, al mismo tiempo, un puente entre las Hermanas y los Colaboradores, un puente entre los Departamentos de la Casa; un puente entre la Identidad y la Obra hospitalaria y, por último, un puente, como al Fundador le gustaba decir, entre Ciencia y Caridad. Y, en el fondo, todo eso, considerando también lo mucho que aprecia el papa Francisco la palabra “puente”, no nos parece nada poco.

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