La característica de este domingo es la “alegría”. Pero no una alegría barata y comercial, sino la que viene del Espíritu: alegría honda, compasiva, solidaria, contagiosa, sacrificada, inagotable. Una alegría que nos identifica con Jesús, que llega de nuevo para ser liberación y Buena Noticia para todos los hombres, especialmente para los que sufren, los que están tristes o no tienen libertad.
En la “Primera Lectura”, el profeta Isaías hace con entusiasmo un canto a la libertad y a la alegría. La alegría de volver a su tierra tras muchos años de exilio. Se acabaron las penas y los miedos. Hasta la naturaleza se viste con sus mejores galas.
El apóstol Santiago en la “Segunda Lectura” nos invita a esperar con paciencia la venida del Señor. Hoy estamos especialmente necesitados de esta virtud, ya que somos impacientes y queremos ver los frutos casi antes de empezar cualquier acción.
Jesús, en el Evangelio según san Mateo que escucharemos, ante la pregunta que le hacen los mensajeros de Juan, muestra el cumplimiento de los signos mesiánicos anunciados por los Profetas, signos de misericordia y liberación.