Jesús, el Maestro, sigue trabajando a su grupo de seguidores y, además, lo hace manteniendo una actitud abierta, porque el Espíritu de Dios sopla donde quiere y no tiene fronteras. Elige a las personas, otorga sus dones y actúa libremente, siempre obrando el bien y para construir el Reino de Dios.
Por aquí nos encamina el mensaje de este domingo. Y aunque el exclusivismo y el escándalo son actitudes reinantes en nuestras relaciones sociales (es cuestión de mirar a nuestro entorno más próximo), la Palabra de Dios nos propone otra forma y estilo de vida muy diferentes.
Cuando el exclusivismo se hace «en nombre de Dios», se alcanza la cima del desvarío, porque se consideran los únicos portadores del Espíritu y ponen límites a la acción de Dios. Tanto la primera lectura como el evangelio nos plantea otro camino de actuación que nada tiene que ver con ciertas formas de exclusivismo.
Jesús nos va a dejar también una sentencia muy severa para quienes producen y provocan el escándalo y, todo ello porque impiden que la vida de Dios llegue a las personas y situaciones concretas. Al contrario, quien da de «beber un vaso de agua» (algo tan insignificante) no será echado en olvido, sino que la recompensa será segura. ¡Vaya lógica que nos propone la Palabra de Dios!