Aurelia Cuadrón Serna, Superiora del centro Nuestra Señora del Carmen de Hermanas Hospitalarias en Valencia, España, nos habla sobre el significado de la celebración de los 100 años de fundación de este centro, desde su experiencia.

Mi nombre es Aurelia Cuadrón Serna, nací en Sienes, un pequeño pueblo de la Provincia de Guadalajara (1943) y estoy en la Congregación desde los 18 años que ingresé en Ciempozuelos como postulante.
Haciendo memoria de mi larga vida como hospitalaria quiero destacar mi estancia en Granada donde completé mis estudios en educación especial y estuve cerca de 14 años en la atención a niñas con discapacidad intelectual; Después he pasado muchos años en servicios de gobierno, tanto general, como provincial y local. El 12 de marzo de este mismo año llegué a esta casa de Valencia con el encargo de animar la comunidad y velar por la identidad hospitalaria del centro.
La residencia sociosanitaria de Valencia
Venir a Valencia a las “puertas” del centenario me ha dado la posibilidad de interesarme con más detalle por la historia de esta casa, que hasta ahora desconocía. Empiezo destacando la extraordinaria ubicación de este centro, en la primera línea de la playa de la Malvarrosa, con amplias terrazas al mar. Su fundación ha sido obra de dos mujeres: Sor María Delfina, Hermana Hospitalaria, que recorría las calles de Valencia pidiendo limosna para el Asilo de les Corts en Barcelona y Dña. Eugenia Viñes, valenciana, que ofreció sus bienes para esta fundación. Las dos se fijaron en las niñas que además de la pobreza sufrían las consecuencias de la poliomielitis. Así nación el Asilo Nuestra Señora del Carmen el 16 de julio de 1919, bajo la protección de la Virgen del Carmen.
Como una barca en el mar la travesía de estos cien años está surcada de tiempos críticos como la Guerra Civil de 1936 o la riada de 1957 en la que hermanas y niñas residentes estuvieron a punto de perder la vida, acontecimientos en los que no falto la solidaridad de la Congregación y del pueblo de Valencia.
Durante este tiempo el centro se ha ido adaptando a las necesidades sociales transformándose primero en centro médico quirúrgico (1966) y más tarde, (1986), pasó a ser residencia y por fin, en 2002, se creó novedosa y moderna unidad de daño cerebral que ha ido ampliando su oferta de servicios.
Mi experiencia en Valencia
Llevo poco tiempo, todavía no he cumplido un año, no obstante, puedo destacar algunas cosas que desde el primer día me han llamado la atención y me han ayudado a hacer de esta casa mi casa. Las primeras personas que he acogido y me han acogido han sido las hermanas. Las que somos y como somos, tratamos de ayudarnos a vivir la experiencia de Dios que se encarna en las personas residentes, la mayor parte débiles y limitadas. He encontrado una comunidad muy colaboradora.
Los residentes y sus familias son otro eslabón importante. Ahora los conozco y asisto diariamente a algunos servicios como es dar las comidas. Después de tantos años en el gobierno esto ayuda mucho a mi ser hospitalaria.
En tercer lugar, quiero referirme a los colaboradores. Lo hago en tercer lugar, pero no porque sean los últimos. Puedo decir que son el “alma” del centro, que hacen un trabajo que requiere mucha dedicación de tiempo y esfuerzo. Baste decir que con frecuencia dan más allá de lo que son sus obligaciones y que he oído a bastantes familias decir: “Esta es la mejor residencia de Valencia”, “¡qué bien han tratado a mi madre/padre…!”.
QUE SIGAMOS ADELANTE, VIVIENDO GOZOSOS ESTA “HERMOSA VOCACIÓN DE CARIDAD”.